jueves, julio 28, 2005

The Morsovich Chronicles Parte 1

Melodías animadas de ayer y de hoy presentan...
Las crónicas de Morsovich.
(una vida sin sobresaltos para el ojo clínico)

(Posteado originalmente por El Morsa y levemente corregido por un servidor)

Hola mi nombre es Guido de la Veracruz Ordóñez Fernández Santos Morsovich, pariente del tan recordado astro del balompié, Luis “él rompe fémures” Morsovich. Se preguntaran porque yo me dispongo a contar las memorias turbias de esta exxx estrella, y les digo sin mas pelos en la lengua que los naturales, que es una larga historia, que no les voy a contar ahora, pero que se resume en que soy el sobrino nicaragüense de Luis y que la cuento yo porque el nunca aprendió a escribir.
Empecemos por el principio:
Todo comienza en Microsanjanitania, un pequeño país centroeuropeo. Quizás les pase como a todos y no lo conozcan, es por eso que no nos vamos a detener en este insignificante detalle. País que luego fue absorbido, durante la dinastía Franco Guilespiana a ser parte de Lituania del suroeste. Fue allí donde comienza la historia Morsovichesca.
Era de noche y sin embargo llovía, bajo un techo prefabricado de barro( porque era lo único que había por esas épocas y por las que vinieron también) y al abrigo de una triste canción de violín que se disipaba al ritmo de un frenético rechinar de cama vieja, Mistiricona Mesmachotarica y Mocosonnio Morsovich practicaban una de las actividades más antiguas de la historia de la naturaleza,... clavaban. Al grito de “lamenmemen el glandio deposh de ki te rompal ojetich”(...te quiero mucho), el de los pantalones de la casa, miraba mientras tocabase, y la joven pareja de 52 y 50, respectivamente, gestaba a su primogénito, Luis.
La vida de los Microsanjaniteños era bastante común, ni tanto. Pero todo era paz y armonía, los hombres araban la tierra y las mujeres cocinaban cada domingo la comida autóctona y clásica de Microsanjanitania, los “wacachafdles”, una mezcla explosiva de carne de lombriz con extracto de Papa waresnay, extraño tubérculo ahora ya desaparecido. Todas las tardes, después de dormir la mona, los vecinos se juntaban en ronda para bailar un extraño ritmo nacional mientras pisaban cuervos en honor a las cosechas, para luego emborracharse y retirarse a sus aposentos a..., bueno se imaginan a que.
Luego de 9 lunas, y pese a las vanas esperanzas de que solo fuera una mala metabolizacion de queso chedar por parte de la madre, una mañana de febrero bajo el signo de acuario y luego de unos espasmos parturientos, cae suavemente dentro de un inodoro, de pre guerra, y acompañado de un grito horrorizado de su madre”la putich ki mierdich cakoñe” este icono del fútbol. Tomando al infante con una vara, lo nombro”puaj”que luego derivo en Luisovico que luego de pasar por la aduana argentina, derivo en Luis. Ese nombre que se inmortalizaría en los aleres de cada comisaría criolla.
En los meses que acompañaban el lento pero seguro crecer de Morsovich júnior, la familia se endeudaba hasta la medula cada día mas, el vecino se rehusaba cuidarlo gratis mientras Morsovich padre gastaba las suelas de sus pies, porque no tenia ni para zapatos, buscando algún trueque propicio para su mula “hernanchiola”y mientras su esposa cocía saquitos de té para hacer ropa para el joven futuro astro. Pero súbitamente, y sin mas que un loco arranque del destino comenzó una despiadada guerra que termino con ese mito que aún hoy se repite en los labios de cada mortal “el niño viene con un pan debajo del brazo” cuando solo trajo...bueno ni pelo. Ese desfasaje bélico puso a la familia entre la espada y la pared, dando solo una solución viable: deshacerse del joven.

Los únicos personajes visibles para hacerse cargo del niño, fueron unos rubios y grandes alemanes uniformados, prometieron no azotarlos mas y brindáronles la oportunidad de no convertirse en insumos de limpieza a cambio del vástago de la familia.
Cuando la entrega de Luis estuvo pactada, en una soleada mañana de julio, Morsovich padre lloraba a cantaros, nadie sabe por que, si por la desgracia de dejar a su único heredero en manos de un cruel nazi o porque lo torturaban metiendole llaves inglesas por los párpados. Y fue así como el pequeño fue a parar a una tribu de rubios generales. Amamantado con leche que el mismo extraía de una perra, mascota aria, y durmiendo en una caja de botas marca “hi führer” transcurrieron los meses y años, hasta que el frágil bebe se convirtió paulatinamente en la mascota oficial de los Avegenculelloviden al matar de un solo mordisco a la anterior mascota “zuar”. Ya habiendo descubierto los placeres de disparar armas contra tímidos tanques ingleses y de pisar cabezas de muertos frescos, Morsovich se inclino en algo más deportivo y fue así como luego de varias fracturas expuestas por patear piedras, sus allegados depositaron en sus manos un balón, haciendo las delicias de todos los que lo vieron incursionar en esta bella disciplina, ahora, olímpica. No tan agradable para los pobres contrincantes que sufrían en carne propia las enseñanzas de dichos alemanes, llevándose a sus casas piernas rotas, brazos, rostros ensangrentados, dedos mordidos, ojos morados, billeteras. (Morsovich nunca fue muy atento que digamos).

Corría un año difícil y los germanos al ver su escuadra vencida decidieron (como muchos) migrar hacia las costas sudamericanas, y Morsovich inexorablemente debía ir con ellos. Y fue así como sus templados pies, después de haber cruzado un mar de por medio, tocaron por fin la tierra de las oportunidades, ese lugar donde tantos grandes se hicieron más grandes y donde los mapuches tenían tierras. Y fue Neuquen el sitio adecuado para que la carrera de este superdotado, en el arte de pintar dolor en los rostros adversarios, tomara carrera hacia el emporio de los grandes. No sin antes hacer escala en hospitales de la zona victima de continuos flechazos propinados por padres furiosos. Pero pese a esto y a su precoz adicción al tap-tap, Morsovich forjo una brillante escuela del balompié a sus tiernos 8 años y no tan tiernos records, que lo condujo sin escalas a debutar en la cuarta de deportivo “me como tu araucaria fútbol club” donde conoció las reglas de este pasatiempo, y donde logro, después de duras negociaciones, que incluían elementos punzo cortantes, cambiar la legendaria camiseta del club por una mas varonil, ya que antes era rosada, color detestado por este crack desde sus sangrientos 2 añitos. Fue entonces que se gano el apodo de “travesti mal operado”.
Pero alejemos un poco de las canchas para referirnos a un punto importante para Morsovich, tal vez, una debilidad. Los estudios, mas bien, eso de usar la cabeza para otra cosa además de cabecear cejas. Eso de razonar nunca fue su fuerte, o digámoslo de otra manera, era medio boludo. Durante las clases confundía constantemente a la maestra con una arbitro, propinándole salivadas y palabrotas de alto contenido sexual, poco entendidas por la señora ya que Morsovich no dominaba muy bien el idioma. Habrán notado que no dije “todavía” ya que Luis no lo domino sino hasta ya entrado en años.
Sus compañeritos no eran muy benevolentes con él y lo agredían constantemente con improperios tales como “habla bien hijo de puta” o “sácate ese pedazo de ch**ota de la boca”, haciendo que Morsovich desarrollara una doble personalidad, durante casi todo el día él era un niño como cualquier otro, quizás mas bruto y guarango que otros, pero cuando se lo insultaba la sangre le hervía cuan tetera de lata, sus ojos se hinchaban, los mocos afluían, los pelos se le paraban y lentamente sus puños se cerraban para ubicarlos cómodamente pero con violencia en los rostros indefensos de sus contemporáneos o romper hímenes con el solo swing de su botín(nunca se los sacaba) practica que lo caracterizaría con el correr de los años. Luis repitió tantas veces el primer año de jardín de infantes que, por decisión unánime del consejo de escuelas decidieron pasarlo de año, pese a los intentos vanos de Morsovich de ocultar su edad rasurándose diariamiente la entrepierna y las axilas.
Así fue como Luis con sus ya impuestos 13 años y sus púberes 120 kilitos, entro por fin en la escuela primaria. Lugar donde conocería diferentes y tan distantes experiencias, forzando su maduración, como el mezcal, las mujeres, la música, el amor, los escenarios y los fetiches.


Gran apasionado por la música, Morsovich poseía un oído innato, experto en percibir sonidos casi imperceptibles para cualquier mortal, facultad que desarrollo escuchando el tronar de los huesos y el rasgar de la piel que recubre las piernas. Decidió sin mas unirse a la banda del “golden conchet”, “música para las masas finas” fue el lema del conjunto de música neochalchalera con matices de grunge y Maria Elena Walsh. Morsovich en el micrófono, Nicolás Repete en bajo, Elena Cruz en guitarra, Enrique Llamas de Mangarriaga en batería y Ginet Garcea en panderetas hicieron las delicias de esta civilización andina con hites tales como “un guillatún para el sucio”,”arriando mis pencas al corral” “la araucaria se me piantó”, “juntando piñones para el hijo de Lucifer” o quizás el mas grande éxito de esos lares”huele como a puñado de chivos”. De esta manera estos preadolescente fueron compartiendo escenario con grandes tales como “Lucho Aguiles” los “Chauchaleros”, “los chamameceros insípidos”, “entre sin golpear”entre otros.
Esto los llevo de gira por casi todo el interior, donde conocieron más burdeles que acordes de guitarra y donde, además, Morsovich tuvo su primera experiencia sexual que no incluía látigos ni animales.

“La casa del placentero placer” era el nombre del burdel donde nuestro héroe experimento mas de lo que su cuerpecito pudo soportar. Siendo desafiado por el sugestivo eslogan del lugar"entre bajo su propio riesgo", Morsovich tomo coraje, y unas cuantas copas de mas, y se dispuso a entrar. Al introducirse dentro de ese lugar tan cálido, acogedor, excitante y carnal, Luis no supo que hacer, estaba obnubilado por tanta carne al asador, todo se veía tan tentador. De pronto una dama vestida de gala, bastante exuberante, y bigotes, se paro frente a el, lo miro, lo toco en la ingle y le pregunto cuanto estaba dispuesto a pagar y que quería. El joven no sabia ni que le preguntaban, y respondió –un vascole frío sin hielo. Al darse cuenta de su improperio reformulo-que sea con pajita. Así se dispuso el escenario para que Lucho, ya en clima (eso decían sus pantalones a esa altura medio acartonados y estirados), desembolsillara unos 25135456 pesos ley, por unas cuantas horas. Ya dentro del habitáculo, dividido por una débil tela arpillera y con mas agujeros que los de sus pantaletas, su acompañante procedió a quitarse lentamente la ropa, primero incitó a nuestro héroe a bajarle el cierre del mameluco, a lo que él respondió con un tímido y nervioso forcejeo que desato en un grito ensordecedor al llegar al bajo vientre, luego de apartarlo con un certero golpe a los riñones procedió a hacerlo sola/o, se quito, provocativamente las medias de lana, para quedar tan desnuda como pudo. Morsovich desvistióse con apuro, bebió un ultimo trago para tomar coraje y procedió a iniciarse en esto del sexo pago.
Al pasar horas y horas, ya cuando el sol se colaba por los orificios del antro, la madama se preguntaba sorprendida que mierda hacían tanto tiempo dentro. Preocupada por el bienestar de su empleada, subió por las escaleras, corrió las cortinas y ahi los vió, una imagen espantosa. Morsovich salió de la habitación, caminando medio adolorido y viendo como la dama lo miraba salió sin mas, se detuvo y agrego, patéalo vos sí queres. La cuestion es que entre revuelco y revuelco, a Morsovich le ganaron la espalda, se sorprendió, y pidiendo faul, giro sobre su eje y le propino un zurdazo a la altura del mentón levantando las manitas como quien no quiere la cosa, lo que desato en una batalla a golpes de puño, patadas, mordiscos, sillas, etc. Morsovich, que ni lento ni perezoso, tomo al otro fugil, con una llave de tuercas (movimiento de lucha) y lo arrojó con violencia hacia la mesa de luz. Cuando vio que ya no podía hacer nada, el combatiente, derrotado, esboza una palabra hermosa y armónica palabra para Lucho, -penal, penal –dijo. Fue entonces cuando la madama entro y los vio...

Proximamente, el estremecedor desenlace de esta historia de vida...

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